sábado, 28 de septiembre de 2013

Déjà vu

Déjà vu

         Ve miles de murciélagos saliendo de sus guaridas atraídos por la luz de la primera estrella y escucha sus chillidos. Cortando las penumbras, la escena lo envuelve y lo sofoca. Se sienta en la cama y recién puede respirar otra vez. Parpadea y ya no vuelve a dormirse. Se levanta. Las sandalias y la robe le dan resguardo. Prende la luz y tarda en acostumbrarse al brillo. Usa las manos de pantallas, da unos pasos, toma agua, se acaricia el cabello, inclina la cabeza y se deja caer en el sillón.
         No tarda mucho en levantarse y con prisa e impaciencia, abre cajones, despeja estantes y hurga los envases que protegen y ocultan viejos y recientes tesoros. Le es difícil mantener la mente fija en un recuerdo, en un objetivo; otros aparecen y tentadores y elusivos, rápido se disipan. Un pequeño sobre suave y esponjoso, esconde algo tejido de color violeta, lo huele y lo desecha. En una cajita amarilla, la borla dorada de un bonete de graduación. Abre una bolsa y encuentra zapatos viejos, llenos de barro, por fuera y por dentro. Acaricia la punta de una corbata roja, gastada por el uso, que sobresale de un sobre de papel plateado. Se acerca a la biblioteca.
Entremetido en una fila de textos de química orgánica, un estuche negro, chato, raído, apenas se revela. Sus dedos tiemblan al separar los tomos. Lo apresa y lo abre con mesura hasta que aparece, tal como lo había guardado entonces después de haberlo limpiado meticulosamente; el cuchillo
 Hace cuarenta años lo había usado para matar a su amante; la había encontrado haciendo el amor con su mejor amigo, en su propia cama. Y ella se le aparece otra vez, ahí, viva, arrogante y maldita! Con el arma aferrada en su mano derecha, comienza a girar sus brazos y lanza estocadas buscando, una vez más, su cuerpo. El cuchillo, se clava en la espalda, en los brazos, en el pecho, en la cara, en la nuca y le saca los ojos a tirones. Llora, tiembla y sigue acuchillando. El aire se torna rojo. El olor lo embriaga y lo enloquece…
Empapado en transpiración cae arrodillado sobre la cama. Al ver su mano vacía, lo busca. Lo encuentra sobre la almohada, limpio y refulgente. Lo levanta, acaricia su vaina, lo pone en el mismo estuche negro y lo guarda, en otra parte, como siempre.   

Cuento por Enrique van der Tuin Copyright 2013  DEJA VU   20090620 D6 W402 130924 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario